LA MILENARIA APACHETA

Por Clovis Díaz de Oropeza F.

La milenaria Apacheta kolla, es un espacio mágico y sagrado, ubicado en la parte más alta de las colosales montañas y cerros, en cuya superficie, los caminantes desde las noche de los tiempos, toman  un descanso para dar su  ofrenda a los manes de las montañas y cerros de Bolivia.

El caminante de nuestra historia, recogió una pequeña  piedra que luego deposita en un promontorio de miles de diminutas piedras, como reverencia a los dioses de las montañas, pidiéndoles  entre susurros, le concedan    continuar por el buen camino,  mucha suerte en su trabajo y que su familia goce de buena salud y sea unida.

Desde hace siglos, sino miles de años, los viajeros cordilleranos alimentan aquellos promontorios de piedras entre las que, sin lugar a dudas, han sido depositadas posiblemente en fechas anteriores a la Cultura  Tiwanaku, costumbre que aún continúa sin perder  vigencia en los asiduos de tan colosales montañas.

Generalmente, las ofrendas de piedras se acompañan de coca mascada y de cigarrillos encendidos.

Quien ha viajado con estos caminantes, admira su entereza  y su convicción de que los cerros y montañas, obedecen a los dioses que habitan las verticales  puntas de la cordillera y por ello, se repite cada hora, cada día, cada año, cada siglo, la singular comunión entre el caminante y los espíritus de las montañas.

La Apacheta, como señalamos, es la parte casi más alta de la montaña y el cúmulo de piedras pequeñas,  es la  identidad de esta superficie que sirve a los caminantes, de intermediario con los manes de las escalofriantes  alturas.

La reverencia a las apachetas, es  un rito que al parecer, está estrechamente  vinculado a    la gente que nace y vive amparada  por los hermosos cerros  y monumentales cordilleras de granito negro, jaspeadas con las nieves eternas.

Se nace con el culto a las apachetas pues, la estrecha relación con las montañas, hace que el ser humano, sintiéndose muy pequeño ante  las  gigantescas moles de piedra, requiera la buena voluntad de éstas.

Adorar a las piedras,  no sólo es vocación de quienes viven en la montaña, Existen testimonios de que,  por ejemplo, antiguamente y con seguridad hoy  en día, personas que viajan con sus  animales  por los caminos angostos, se detienen ante piedras grandes en cuya base, depositan piedras largas,  bonitas, mostrando su devoción ante estos monumentos pétreos para que les permitan llegar sin contratiempos a destino.

Los kollawayas por ejemplo, en su trayecto rinden tributo a las piedras que se distinguen de las demás sea por su tamaño,  forma o color.

Se afirma entre los conocedores, que sólo en la ciudad de La Paz, las apachetas llegarían a cien, sin contar por supuesto los “miradores” y “balconcillos” que existen en la cordillera paceña y que no son motivo de reverencia.