TYAPASA: NECROPOLIS Y CIUDAD DEL CANTO

Por Clovis Díaz de Oropeza F

(Fotos de Juan Carlos Ramírez Simon.)- (Conocedor: Teófilo Condori Choque)

En diciembre 1985 quien escribe esta reseña histórica,  Juan Carlos Ramírez Simon,  y Teófilo Condori Choque experimentado Hombre de las Alturas, redescubrimos  las ruinas aún en pie de TYAPASA, complejo de viviendas y  tumbas, levantadas hace siglos en una meseta del  altiplano paceño.

TYAPASA, es aquel  monumento arqueológico precolombino, que en lengua aymara  por su ubicación geográfica recibió  desde tiempos inmemoriales el nombre de la “Ciudad del Canto” porque se edificó en uno de los extremos  de la mencionada gran meseta.

TYAPASA,  está –digámoslo así—en el antiguo reino de  los PATAJAQUES (Hombres de la Altura). Parece que el milenario pueblo cobijaba  numerosas familias kollas, que vivían de los alimentos propios del lugar, entre ellos la papa, la oca, la quinua, la cañahua y algunas frutas que `producían los cactus de la región.

Los PATAJAQUES cerraban su ciclo alimenticio cazando pequeñas aves, perdices, patos, vizcachas, venados y huanacos.

En la planicie casi redonda de esta monumental meseta, se encuentran piedras de moler “khonaKallu”, listas para hacer harina como molinos caseros.

Braseros construidos de piedra y barro, parecen esperar  que los antiguos habitantes y sus clanes encargados de mantener el fuego día y noche, enciendan la leña de “thola”,”keñua”y de “kiswara”.

Teófilo Condori Choque, dice que esos clanes encendían primero el excremento seco de llamas y alpacas; luego las mencionadas leñas en el fogón de tres bocas.

Pese a los saqueos y a la inclemencia del tiempo, TYAPASA es el genuino y leal testimonio de la heroica resistencia kolla a los invasores incas y al posterior colonialismo español.

Entre la parte baja y la amplia meseta, como eternos guardianes sobreviven  restos de defensivos para detener, en una primera batalla, a los invasores foráneos.

Un túnel transitable, aunque deteriorado, comunica como en aquel entonces,  a dos salidas o entradas a la meseta.

El túnel, según contaban los abuelos de Téofilo Condori “tenía una chimenea en el centro. Al medio día el sol caía  sobre esa chimenea, alumbrando parte del túnel”.

Las casas construidas en la meseta, como en la cultura andina, tienen sus pequeñas puertas orientadas a la salida del sol (Este). Debido a que las viviendas son cónicas en su mayoría, el sol las calienta todo el día y por la noche, como están aisladas internamente por una capa gruesa de barro seco, mantienen el calor.

También existen casas de superficie cuadrada. Ambas formas no permitían el ingreso del agua por su techo de paja, en tiempo de lluvias.

Entre las casas de piedra y chulpares  profanados, se encuentran batanes de  piedra rotos, hachas de piedra quebradas y en las faldas de la pendiente que lleva a la altiplanicie, existen piedras pequeñas similares al pedernal. Al chocarlas, los kollas producían chispas que encendían la “bosta” o excremento seco de llamas y alpacas. Así obtenían el precioso fuego.

El problema  de los PATAJAQUES, habría sido el agua inexistente en la meseta. Estaban obligados a buscarla en una hoyada, en la parte baja de la meseta de TYAPASA.

Se cree que los invasores incas, al no poder reducir a los PATAJAQUES, habrían envenenado el agua y que los kollas al consumirla, murieron todos en una sola jornada.

En comunidades aledañas a TYAPASA, se conservarían artísticos tejidos de una paja especial, diferente a la pajabrava y también  prendas de lana de llama y vicuña que por su laborioso tejido, sorprenden.

Como herencia de aquellas épocas,  descendientes de los PATAJAQUES  fabrican hermosos lazos de llama que extraen del cuello de este animal. Afirman que en el cuello está  el cuero más grueso y resistente. De  aquel cuero fabricaban sus abarcas (especie de calzado abierto).

Los Hombres de la Altura, guerreros por excelencia,  tenían que lidiar con los invasores y con los pumas que hasta hoy, se tragan las llamas.

Meses después de la  expedición, hicimos un croquis de  TYAPASA para que, el famoso arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sanjines, fuera al lugar, en compañía de Teófilo Condori pero, desgraciadamente nunca conocimos su visión de aquel majestuoso lugar. (clovisdiazf@gmail.com).