LA PANDEMIA DEL COVID-19 Y EL RECHAZO A LA CREMACIÓN

Por Clovis Díaz de Oropeza F.

Ingresamos a la tercera década del Siglo XXI, caracterizada por la presencia de tecnología ultramoderna, acompañada de costumbres ancestrales. Dúo que muestra a la vez los recientes e increíbles adelantos científicos y la sobrevivencia de antiquísimas creencias precolombinas.
La pandemia producida por el covid-19 sacó a flote los esfuerzos por encontrar una vacuna capaz de neutralizar para siempre tan peligroso virus que lleva a la tumba a moros y cristianos.
En paralelo, actualizó creencias casi ocultas, practicadas en el otrora Kollasuyo, es decir, en la parte occidental de Bolivia, habitada por las etnias aymara y quechua; remotísima edad en la que se rendía tributo y honra a los muertos enterrados de cuerpo entero, con sus mejores vestimentas y alimentos para que no les falte en la eternidad.
Según se especula en estos días de pandemia, en los alrededores de la ciudad de La Paz, alturas que sofocan al subirlas caminando y desde cuyas centésimas gradas de ascenso se contempla la maravillosa geografía paceña, existiría un tajante no a las cremaciones de quienes mueren por covid-19.
Tan singular noticia nos llamó a escribir sobre los entierros de seres humanos en la etapa precolombina de nuestro país, cuyo conocimiento nos ayudará a comprender por qué, actualmente, muchas familias enterrarían a sus deudos, rechazando los hornos de incineración.
En tal sentido, quedan diseminados chullpares de entierros, que se los puede ver, por ejemplo, en el camino de la comunidad Machalaya Chica, a kilómetros del Lago Sagrado Titicaca y cuyo punto opuesto de referencia es la población de Sorata.
En aquellas tumbas de piedra, con techos en forma de media circunferencia, existen restos humanos, blanqueados por el tiempo, osamenta que testimonia entierros de cuerpo entero con sus pertenencias.
En otro lugar, muy distante, imperecedero hábitat aymara-kolla, están las tumbas de TYAPASA, de construcción diversa sin apartarse del estilo posterior a Tiwanaku, en las que también hay restos de seres humanos y enseres de piedra como moledores de granos.

ENTERRADOS Y NO CREMADOS
En 1616, Huamán Poma, El Indio cronista dibujante (ver estudio de Huamán Poma por Abraham Padilla Bendezú, Fondo de Cultura Económica México, 1979), retrató a las autoridades españolas y dejó constancia de las costumbres del Tawantinsuyo sobre los muertos de la época. Los enterraban, como dijimos líneas arriba, de cuerpo entero, con sus prendas y objetos más usados y queridos.
Las figuras históricas dibujadas por Huamán Poma, en su obra El PRIMER NUEVA CORONICA Y BUEN GOBIERNO”, como lo destacó el célebre estudioso Arthur Posnanski, en los años 40 del Siglo XX, son elocuente prueba de que los muertos no se los cremaba.
En los dibujos que hoy difundimos está registrado que las familias precolombinas enterraban a sus muertos, porque eran motivo de constantes visitas de comunidades y agasajos familiares.
En la lámina “Entierro de Kollasuyos”, es decir, entierros en pueblos de kollas (Hoy Bolivia), vemos al personaje muerto, con aparente bastón de autoridad dando la espalda a una sepultura con más restos óseos, agasajado por una pareja, familiares o gente de la comunidad, que beben a nombre del difunto. El tercer vaso, vierte brebaje a otro recipiente mayor y posiblemente en él dieron de beber al kolla muerto.
El cadáver embalsamado, porta en su bonete un cuarto menguante, detalle de suma importancia dibujado por Huamán Poma, porque identifica sin equivocación alguna a los kollas.
“Noviembre estaba destinado a los muertos, mes denominado AYA MÁRJAY QUILLA porque acostumbraban sacar los cadáveres de sus bóvedas y los exponían al aire libre, les ofrecían alimentos y ropas. Cantaban y bailaban a su alrededor y los llevaban en procesión de casa en casa. Finalmente, los volvían a colocar en sus bóvedas”, relata Abraham Padilla Bendezú, autor del estudio “Huamán Poma El indio cronista dibujante”.

ARQUEOLOGÍA FUNERARIA
El prestigioso etnoarqueólogo peruano José Huidobro Bellido cita en su artículo ARQUEOLOGIA FUNERARIA a Cieza de León, uno de los cronistas españoles quien escribió Crónica del Perú conocida en 1553, sobre los entierros kollas: “La cosa más notable de ver en este Kollao, a mi ver, es las sepulturas de los muertos. Cuando yo pasé por él me detenía a escribir lo que entendía de las cosas que había de notar de estos indios. Y verdaderamente me admiraba en pensar cómo los vivos se daban poco por tener casas grandes y galanas y con cuanto cuidado adornaban las sepulturas donde debían enterrar, como si toda su felicidad no consintiera en otra cosa; y así , por las vegas y llanos cerca de los pueblos estaban las sepulturas destos indios hechas con pequeñas torres de cuatro esquinas, unas de piedra sola y otras de piedra y tierra , algunas anchas y otras angostas, en fin, como tenían la posibilidad o eran las personas que los edificaban. Estas sepulturas tenían las puertas hacia la parte del levante (N de R.- Punto cardinal Este).
Huidobro cita también al cronista Ramos Gavilán: “Los indios kollas enterraban a sus difuntos fuera del pueblo, en los campos usando de unas sepulturas en forma de torrecillas, donde juntamente con el difunto enterraban alguna comida y bebida y el vestuario que tenía. Procuraban en general todos conservar los cuerpos de sus difuntos y para poder hacer esto, labraban unas bóvedas o sepulturas en forma de unas casillas, donde después de quitar al difunto los intestinos, le echaban dentro un gran golpe de harina de quinua o de cañagua y con otras unciones le embalsamaban para que así se conserven los cuerpos”.

ENTIERRO DE LOS INCAS
“Para el runa andino, no había nada más angustioso que la desaparición de los cuerpos de sus antepasados o pensar que el suyo propio iba a correr ese luctuosísimo destino. Constituía la peor desgracia que podía sucederle a alguien. Por eso Atahualpa prefirió y soportó el bautismo bajo la condición del cambio de pena, de la hoguera por la de garrote, ya que le iba a permitir la persistencia prolongada de sus restos mortales” (LOS INCAS, libro de Waldemar Espinoza Soriano, Amaru Editores, Lima, Perú.

CONCLUSIÓN
Después de estos registros históricos, podemos comprender por qué en los alrededores de la Ciudad de La Paz, descendientes de la etnia kolla-aymara, enterrarían en esta pandemia de Covid-19 a sus muertos junto a sus pertenencias más queridas, rechazando de acuerdo con sus milenarias costumbres, quemar los cuerpos de sus fallecidos; tal paso, equivaldría tal vez, faltar a sus creencias, poderosa reminiscencia genética de querencia y respeto a sus muertos.