Historia y ficción

LE GRAND CHEF (EL GRAN CAUDILLO)

Por Clovis Díaz de Oropeza F.

¡Pásame el bastón¡
¿El de “mando” Excelencia?
¡No! ¡El bastón de vidrio para caminar!
Con 90 años sobre la espalda, el viejo político, por tercera vez en
el gobierno de Bolivia, salió de su Despacho, apoyándose en el artístico
bastón y con esfuerzo descendió a la planta baja por la larga escalera de
mármol blanco.
En el patio de honor, le esperaba el jefe de la Casa Militar. Cuadrándose
ante su Eminencia, dijo con su vozarrón: “!Sin novedad Excelencia!”
El primer mandatario comentó para sí: “Cuándo hay novedades? !Aquí pasa
todo y no pasa nada!” y prosiguió hasta la salida del Palacio.
Un guardia, que hizo una truculenta serie de aprestos contra un supuesto
enemigo, abrió la lujosa puerta del lujoso automóvil blindado que partió
velozmente, antecedido en la vanguardia por una vagoneta con gente de
seguridad, armada hasta los dientes.
Un tercer vehículo, también con guardaespaldas armados, cerró la columna y
para no dudar de la posible eficacia de los guardaespaldas, dos motociclistas
en descomunales “Harley” salieron como flechas tras el señor Presidente de
la República.
A una cuadra del Palacio los motociclistas se dividieron. Uno pasó al auto de
la vanguardia presidencial. El otro, se perdió a gran velocidad y fue visto por
la Avenida principal de Obrajes, al sur de la ciudad, mientras la caravana de
su Excelencia, tomaba el camino al barrio de Miraflores.
El casi centenario primer hombre del país, como hacía siempre, murmuró:
“Cuando alguien quiere hacer un atentado, no hay guardaespaldas ni
blindados que lo impidan…”

Mirando desde su asiento trasero, las calles paceñas, agregó: “Lo más seguro
es que muera de viejo, de muerte natural” (…)”Qué desgracia, pero aún así,
entraré en la Historia”.
Los curiosos de la calle, siguieron con la vista a la veloz caravana, que se
perdió rumbo Este de la ciudad y que llegaría, cambiando todos los días, su
inhabitual ruta hasta la Casa Presidencial.
Pero, casi nadie sabía que su Excelencia era un consumado zorro pues, le
esperaba un cuarto vehículo “modelo 1950” marca Buick. al que luego de
despedir a su chofer y guardia de Palacio, se trasladaba el astuto
mandatario.
El cambio de vehículo, ocurría frente a un famoso cuartel del Ejército. Al
pasar por aquella guarnición, nadie reparó en que el ilustre pasajero se
santiguaba, pidiendo en voz baja: “Dios me libre de los golpes de Estado.
Mejor es llevarme bien con los militares”.
Poco después, el modelo 1950 ingresó a un garaje privado. Le esperaba un
hombre de confianza.
“!Bienvenido Excelencia!” dijo y abrió la puerta del ascensor. Apretó el botón
del piso 10, es decir, el Penthouse, donde vivía el primer mandatario, junto a
su esposa.
“!Este es un ascensor suizo y por lo tanto de entera confianza”, comentó el
Presidente.
Otro guardaespaldas, un tanto deteriorado por la edad, esperaba a su
Excelencia con una cachimba lista para fumar.
¡Gracias! Dijo agarrando la pipa (una de las 100 que tenía obsequiadas por
personalidades).
Su esposa, cuyos rasgos hablaban de una belleza de antaño, recibió al
todopoderoso.
De inmediato, los dos custodios cerraron las puertas y los esposos brindaron,
como todos los atardeceres, con vino de los “pagos” tarijeños, en hermosas
copas Bacará.

EL GABINETE DE LAS CACHIMBAS
El amor a las cachimbas que profesaba “le Grand Chef”, impuso la moda
entre ministros, viceministros, directores y demás funcionarios del Estado
boliviano, a fumar en pipa.

Durante las reuniones semanales del gabinete ministerial en el Palacio de
Gobierno, debido a la densidad del humo de tabaco, su Eminencia no
distinguía a sus colaboradores. Tampoco podía escuchar los informes dichos
en alta voz, por la tos de sus allegados que intentaban fumar como Le Grand
Chef.
El primer mandatario, envuelto por el denso humo, hizo una profecía que se
cumpliría años después: “Esto se va en humo…”

MAS BASTONES
Entretanto, el Secretario Privado del Grand Chef, había llegado a su oficina,
contigua al Despacho de su Excelencia. Al entrar, miró detenidamente un
pequeño armario abierto, repleto de bastones artísticos tal vez, superiores
en belleza a los que poseía el Primer Mandatario.
Luego, inició ejercicios físicos “para aliviar el eterno dolor de espalda”(.)
“Dolencia que había adquirido en la cárcel para impedir que el Jefe no entre
al presidio de San Pedro y para evitar que el nombre del altísimo gobernante,
sea mancillado”.
El Secretario Privado, tendría alrededor de 70 años. Alto, flaco, de bigote
negrísimo en apariencia pero que al menor descuido, en dos o tres días,
sacaba a flote sus canas gruesas y en punta como pequeñas saetas.
Según él, “estaba escribiendo sobre la vida del Jefe, Monsieur le Président,
unas dos horas al día”.
Sin embargo, los fisgones del Palacio Quemado, decían que pasaba el tiempo
en brazos de Morfeo, como si estuviera en su cama, con la salvedad de que
no recibía codazos de su esposa, para que cambie de posición.
El Secretario Privado, nunca terminó aquella biografía que, nos figuramos,
jamás habría pasado de dos páginas llenas de borrones.

ALFOMBRA VOLADORA
La tercera oficina colindante con el cubil presidencial, ocupaba un viejo
abogado, de negrísimos ojos. Partidario acérrimo del Presidente. El piso de su
oficina, mostraba orgulloso una bellísima alfombra Persa, aproximadamente
desde 1930.

Cierto atardecer, hizo envolver aquella reliquia y él mismo la transportó
sobre su hombro derecho, hasta la maletera del auto oficial que le asignaron,
estacionado en lo que fuera caballeriza en el Siglo XIX.
La alfombra nunca más retornó. Y los encargados de proteger el patrimonio
del Palacio Quemado, tampoco lo habrían denunciado y tal vez, el Jefe no se
anotició.

EL ILUSTRE SEÑOR VICEPRESIDENTE

Por Clovis Díaz de Oropeza F.

A unos metros del Palacio de Gobierno, se escuchaba pese al ruido de autos,
el ajetreo de los honorables parlamentarios, ubicados en el Palacio
Legislativo.
Un grupo de campesinos del Altiplano, había sido recibido en el Despacho
del Señor Vicepresidente, personaje de lujosa vestimenta, peinado a la
usanza de los años 60 del Siglo Veinte con “gomina argentina”. Ungüento
que hacía brillar el cabello e impedía cualquier desorden antiestético en lo
mechones rebeldes.
Aquel reluciente y pastoso peinado, remitía a quien lo viera, al famoso
protagonista de una historieta en blanco y negro publicada en una revista
argentina : “Mandrake el Mago”. Carlos Gardel, cantante de tangos, se dice,
fue un ilustre “engominado”-
Muchas cabezas de las cámaras Alta y Baja del Legislativo, estaban amasadas
formalmente con gomina. Podríamos asegurar que, en algunos casos, sólo
brillaba la gomina sin que se percate la cabeza.
La testa del Señor Vicepresidente, al contrario, estaba muy bien puesta; era
hombre culto y de grandes proyectos nacionales. Por algo fue compañero
de la fórmula ganadora que llevó a la Presidencia de la República a Le Grand
Chef.
El Señor Vicepresidente, recibió muy cariñoso al grupo de dirigentes
campesinos. Les entregó diplomas de agradecimiento y, cuando el ruidoso
timbre de la Cámara Alta convocó a reunión, se despidió de cada uno de ellos
apretándoles las manos.
Apenas salió el último campesino, abrió una diminuta puerta, frente a su
monumental escritorio, donde estaba un níveo lavabo que utilizaba después
de estrechar como en aquella ocasión, las manos rústicas y sudorosas de los
campesinos.

Como él dirigía personalmente los debates en la Cámara Alta, se secó ambas
manos, ajustó su corbata, peinó su negro bigote y entonando en voz baja su
habitual frase: “cherchez la femme…” fue a ocupar la primera silla del
Honorable Senado Nacional.

EL GRAN CAZADOR

Por Clovis Díaz de Oropeza F.

Alto, delgado, de eterna sonrisa y de peinado cortísimo que ayudaba a
dibujar su casi redonda cabeza, tenía pasión por las revistas extranjeras y
sobre todo del Perú entre ellas, “Caretas”.
Su oficina de abogado y conocido político estaba en un altísimo edificio de El
Prado de la ciudad de La Paz.
Su Secretaria se encargaba de comprar diarios y revistas que, el hombre de
la kipá, el gorro judío, devoraba apasionadamente en busca de imágenes y
contenidos que utilizaba para su verdadera pasión: la política.
Fue el Gran Cazador de Contenidos que, luego los aprovechaba cuando
intervenía en el Parlamento o respondiendo las preguntas de periodistas.
El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fue su escuela y durante el
golpe de Estado del entonces Coronel Hugo Bánzer Suárez, el 21 de agosto
de1971, prácticamente tomó las riendas del MNR y más tarde expulsó a Le
Grand Chef de este partido.
Cuando Gonzalo Sánchez de Lozada se hizo del gobierno, en representación
del MNR, volvió a ser uno de los políticos importantes.
Sin embargo, Le Grand Chef jamás le perdonó, aunque nunca dijo
públicamente nada contra el Gran Cazador, al que conocimos y apreciamos.

SI TÚ ERES “PAJARITO”
¡YO SOY ÁGUILA…¡

Por Clovis Díaz de Oropeza F.
Ingresó muy contento a la redacción de MERIDIANO, en el sótano del
matutino “HOY”, en la ciudad de La Paz, con el objeto de revisar su columna
diaria ”EL ESPECTADOR”.
Al comprobar que no había sido publicada. su sonrisa se transformó en una
mueca de ira. Se dirigió a la mesa del Codirector y preguntó por qué no se
publicó.
El Codirector llamó al jefe de Informaciones y le preguntó ¿cuál fue la razón
de omitir la publicación?
El aludido respondió que no la había publicado porque “creía que no era
importante”.
El autor de EL ESPECTADOR, montó en cólera y con los dedos de la mano
derecha aprisionó la nariz del Jefe de Informaciones conocido en esa
Redacción como “Pajarito”.
Dio una vuelta a la Redacción sin dejar de apretar la nariz, que ya estaba
morada y sacudiendo el adminículo dedicado a olfatear, le gritó a voz en
cuello: —“Si tú eres “pajarito” ¡Yo soy águila!”.
Poco después llegó el Director de MERIDIANO Jaime Humérez Seleme y al
enterarse de aquel episodio, sonrió.